lunes, 12 de marzo de 2012

LAS EMPRESAS SIGUEN ENRIQUECIÉNDOSE. EL PUEBLO CONTINÚA MURIENDO. ¿EL ESTADO DONDE ESTÁ?


Comunicado por accidente de Once.

 El pasado 22 de febrero en la estación de tren de Once, uno de los trenes por inconvenientes con los frenos chocó contra el andén dejando un saldo de 51 muertos y 600 heridos.
Esta tragedia, más cercana a una masacre que a una tragedia en sí, desató ciertos debates en la sociedad, centrados principalmente en la decadencia del transporte público y el rol del Estado en ello. De manera casi inmediata tanto los trabajadores como los familiares de las víctimas salieron a las calles a denunciar a los responsables y exigir justicia y sobre todo, una respuesta de parte del Estado en cuanto a la situación del transporte público.
 El Gobierno ha dado respuestas tarde y desacertadas y eso acrecentó el disgusto de los distintos actores sociales. 
 Si bien se intenta desde los medios y el Estado, focalizar la atención en TBA, se ha puesto en tela de juicio desde la sociedad el transporte público en general. Esto lo vemos reflejado tanto en lo sucedido como, por ejemplo, en el manejo del traspaso de los subtes, una interna entre el Gobierno de la Ciudad y la Nación en la cual los únicos damnificados son los usuarios. Todo esto generó un proceso de toma de conciencia de una situación que si bien se viene decantando hace varias décadas, los sucesivos gobiernos han profundizado por acción u omisión. Se aumentan tarifas, se dan o se quitan subsidios millonarios a los empresarios y en ningún momento se hace eje en la ganancia de las empresas. Lo pague el Estado o bien lo paguen los usuarios, no se cuestiona la ganancia millonaria que tienen las empresas con los servicios públicos, que no están dispuestas a obtener un margen menor de ganancia a cambio de seguridad y buen servicio. El único que puede imponer una regulación a las ganancias de las empresas es el Estado ¿Por qué no lo hace?
 Entre las medidas tomadas desde el Gobierno, se da entre ellas una intervención a la empresa, lo cual es lógico e ineludible pero lo que reclamamos es una solución integral a los inconvenientes que se viven día a día en el transporte público. En las distintas movilizaciones que se sucedieron quedó de manifiesto la indignación de nuestro pueblo: ¿Dónde van los subsidios entregados a las empresas de transporte? ¿Quién se responsabiliza ante los damnificados? ¿Cómo puede ser que con las denuncias que se vienen realizado hace años desde los trabajadores y los usuarios el Estado no haga nada más que seguir destinando fondos a las empresas?
 Comprendemos que esto no es un hecho aislado o algo que sólo podía suceder en el tren Sarmiento. Tal como ha sucedido en Cromañón, esto pone en tela de juicio el rol del Estado en cuanto al cuidado de los ciudadanos. Un Estado que abandona al pueblo, librándolo a su suerte. Se trata de un reflejo de cómo se administran y funcionan los servicios públicos. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Qué entendemos por público? ¿Qué de público tiene un transporte que sólo enriquece a empresarios como Cirigliano a costa de la seguridad de sus usuarios?
 Es por ello que consideramos que debemos canalizar esa bronca e impotencia generada por la desidia planificada desde un Estado que continúa ignorando al pueblo, sosteniendo la conciencia de que lo público es aquello que no sólo es de todos sino que debe ser defendido por todos. Como trabajadores, usuarios de los servicios públicos y organizaciones políticas y sociales debemos continuar organizándonos para defender aquello que nos pertenece.  


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