miércoles, 11 de enero de 2012

NUESTRO CAMINO SIGUE SIENDO LUCHAR

La Semana Trágica de enero de 1919


La experiencia de lucha llevada adelante por los obreros de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e hijos (antepasados de Adalbert Krieger Vasena, ministro de economía de la dictadura de Ongania), iniciada a principios de enero de 1919, se inscribe como uno de los momentos más significativos en la historia de la lucha popular en nuestro país.


La Semana Trágica, se desarrolla en el contexto de una situación de auge revolucionario en varios países de Europa (como Alemania e Italia), con la finalización de la Primera Guerra Mundial (en que las grandes potencias se disputan a sangre y fuego los mercados del mundo), y la victoria de la Revolución Bolchevique en Rusia (con la posterior resistencia a la agresión imperialista, por parte del Estado Soviético).


A nivel local, la desocupación y la inflación golpean al pueblo, se paralizan las inversiones, bajan los precios internacionales, y los mercados donde la oligarquía agroexportadora colocaba sus productos, imponen límites a la exportación. Todo esto, como producto de la crisis de posguerra.


En el ámbito sindical, tiene como marco, el triunfo de la huelga de la Federación Obrera Marítima (FOM) contra la empresa portuaria Mihanovich, por aumento de salarios, y el reconocimiento del sindicato como representante de los trabajadores, entre otras demandas. En este conflicto, el Gobierno de Irigoyen se declara neutral, como una táctica para poder ir ganándose las simpatías y la voluntad de la clase obrera.


Los hechos, se desarrollan en las inmediaciones de los depósitos de la empresa, en Parque Patricios. El punto que representa la gota que derrama el vaso, el 7 de enero a las 3 de la tarde, es el asesinato de cuatro obreros a manos de fuerzas policiales y de bomberos, cuando se intentaba detener el ingreso a los talleres de vehículos cargados con rompehuelgas, durante una huelga llevada a cabo por la jornada de ocho horas, aumento salarial, descanso dominical, salubridad laboral, y reincorporación de delegados despedidos por su actividad sindical.


En repudio, estalla la huelga general de los metalúrgicos, con la solidaridad de la Federación Obrera Marítima, y el día 9, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), lanza la huelga general a nivel nacional.


Se producen combates callejeros al paso del cortejo fúnebre de alrededor de 200.000 personas que marcha al cementerio escoltado por autodefensas obreras, armadas de revólveres y carabinas. En Chacarita, en las horas de la tarde, se produce la masacre, cuando la policía y destacamentos del Ejército, emboscan y disparan a la multitud. Los muertos se cuentan por decenas en esta oportunidad.


Ante la gravedad de los combates que se prolongan en los alrededores de los talleres, y los tiroteos, el gobierno, da intervención directa al Ejército.

A la huelga, se pliegan los ferroviarios en Buenos Aires, y distintas organizaciones obreras del interior del país. Se producen ataques a comisarias para liberar a compañeros presos, y grupos obreros asaltan armerías para pertrecharse. La policía, de conjunto con la Liga Patriótica (banda de asesinos, equipados por la oligarquía), ataca y destruye locales e imprentas anarquistas (como el de La Protesta), incendian sinagogas y golpean y disparan a judíos en las calles del barrio de Once, por caracterizarlos, como “rusos maximalistas”. Los muertos de la clase obrera, se cuentan por centenas, y los heridos y detenidos, por miles.


La Capital Federal, queda prácticamente aislada del resto del país, por la huelga de los ferroviarios y los marítimos. Ante este escenario, la FORA IX (sindicalista), logra un acuerdo con el gobierno, mediante el cual se reconoce la jornada de 9 horas, aumento de salarios (de entre un 20 y 40%), la libertad de los huelguistas (alrededor de dos mil), y la reincorporación de los trabajadores despedidos. Junto con el Partido Socialista, presionan para que la huelga finalice, pero los obreros que protagonizan la lucha, junto con la FORA V (anarquista), deciden no levantarla, hasta que no se materializaran las reivindicaciones.


El martes 14 de enero, el General Luis Dellepiane de la División de Campo de Mayo, recibe individualmente a las conducciones de las dos FORA, y acepta las demandas, entre las que figuraba además, el respeto al derecho de la actividad sindical.


El día 20, tras comprobar que todas las reivindicaciones conquistadas, se habían cumplido, los obreros, deciden volver a los puestos de trabajo.


Esta experiencia, tal como las rebeliones indígenas, la Revolución de Mayo, la gesta independentista y la lucha de las montoneras durante el siglo XIX, las huelgas de los trabajadores rurales de la Patagonia, la resistencia peronista, el Cordobazo, la lucha revolucionaria de los 60 y 70, así como también la experiencia combativa de los movimientos de desocupados en los 90 en la resistencia al neoliberalismo, y el levantamiento popular del 2001 como síntesis de ese proceso, significan, la reafirmación en la practica, del derecho de los de abajo a rebelarse ante las injusticias estructurales de un sistema establecido. Actos de dignidad, ante el predominio de la explotación y la violencia estatal, directa o indirecta.


Consideramos como fundamental que desde el campo popular, podamos recuperar la historia de organización, solidaridad y lucha que nuestro pueblo se supo dar, y reivindicar experiencias combativas como lo fue la huelga de la Semana Trágica de enero de 1919, donde los obreros en las calles, “el populacho” como decían despectivamente las “damas patricias” de la Sociedad de Beneficencia, hizo temblar a la oligarquía parasitaria de nuestro país.



No hay comentarios:

Publicar un comentario